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El hombre no viene del mono

Obra: 100 mitos de la ciencia

Autor: Daniel Closa I Autet

Tipo de texto: Expositivo


El poder de las imágenes es enorme, y una imagen muy lograda puede ser más efectiva que mil palabras; en realidad puede valer por años y años de palabras. Y una de las imágenes que más ha calado en el subconsciente colectivo es la que suele aparecer en referencia a la evolución humana. En un lado aparece un mono, normalmente un chimpancé, y a continuación hay una secuencia de hombres primitivos, empezando por los neandertales, seguidos por otros más ?evolucionados?, hasta llegar al hombre moderno en el extremo final. Una imagen que consigue transmitir la idea del cambio progresivo: desde el estado animal hasta el ideal del hombre moderno, civilizado, evolucionado.

Pero el caso es que la imagen es engañosa y errónea por muchos motivos. Uno de ellos es casi social. Prácticamente siempre lo que aparece dibujado es un hombre, casi nunca una mujer. Y siempre de raza blanca con marcados rasgos anglosajones. Seguramente refleja la imagen que tenía en mente quien realizó el dibujo, pero no deja de ser tendencioso. Por supuesto en un dibujo únicamente puedes poner un ser humano y no puedes hacer una síntesis de todas las razas y de los dos sexos, pero es que en la mayoría de estas imágenes se repite el mismo cliché.

Otro error es dibujar un neandertal al principio de la secuencia. Los hombres de Neandertal son el prototipo de hombre primitivo que imaginamos habitualmente: complexión grande, frente aplastada, nariz ancha, ojos con unos arcos supraorbitales marcadísimos... Todo en ellos nos indica que son primitivos. Pero el caso es que no fueron tan primitivos puesto que convivieron con nosotros, con los Homo sapiens. De manera que, en una escala temporal, no es correcto situarlos antes de nosotros. Y, aún más importante, los humanos actuales no somos descendientes de los neandertales. Más bien podemos decir que somos primos. Ellos se extinguieron sin dejar descendientes mientras que nosotros ocupamos su lugar después de competir durante unos miles de años.

De todos modos, el error más flagrante es el mono del principio de la secuencia, el chimpancé que aparece feliz de ser el inicio de la senda que acabará dando lugar a los humanos. Por suerte para los chimpancés, ellos no tienen ninguna responsabilidad en la aparición de los humanos. Y es que afirmar que el hombre viene del mono e inmediatamente pensar en los monos actuales no tiene ningún sentido. De nuevo, estamos emparentados con los chimpancés; somos unos primos cercanos, pero no hay una línea directa que nos una.

Hace unos pocos millones de años vivió en África una especie animal con características parecidas a las de los simios. Tuvieron un cierto éxito a la hora de sobrevivir, y sus descendientes fueron adquiriendo diferentes características físicas. Algunos consiguieron desarrollar el bipedismo de una manera notablemente efectiva. Tuvieron que pagar el precio de los dolores de espalda y de las dificultades en la gestación, pero el premio, consistente en dejar libres las extremidades anteriores, lo valía. Otros tan solo tuvieron un éxito parcial: podían andar de pie durante breves períodos, pero con menor eficacia. En cambio, eran mucho más diestros moviéndose por los árboles. E incluso otros fueron desarrollando formas intermedias en su fisiología.

Humanos, chimpancés, gorilas, orangutanes... Todos tenemos unos antepasados en común que nos emparientan, pero de ninguna forma descendemos los unos de los otros. Además, aquellos animales parecidos a los simios también descendían de unos antepasados completamente diferentes: mamíferos que se escondían entre los matorrales, intentando ocultarse de otros animales más poderosos, reptiles y dinosaurios. Y la secuencia sigue. Los primeros mamíferos también tienen antepasados que los emparientan con otros animales superiores. Y los antepasados tienen los suyos, que a su vez...

Los humanos y los monos descendemos de unos animales africanos diferentes de los monos actuales, pero la secuencia sigue y sigue. Visto en perspectiva nos damos cuenta de que, de alguna manera, todos los seres vivos de la Tierra estamos emparentados.