Muy pronto Bilbo estuvo tumbado, temblando de miedo, en una amplia repisa en la ladera de la montaña. No había manera de descender hasta allí, sino volando; y no había sendero para bajar excepto saltando a un precipicio. Allí encontró a todos los otros, sentados de espalda a la pared montañosa. El señor de las Águilas estaba también allí y hablaba con Gandalf.
DE LA SARTÉN AL FUEGO