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Renata toca el piano, estudia inglés y etc., etc., etc. (fragmento)

Obra: Renata toca el piano, estudia inglés y etc., etc., etc.

Autor: Ramón García Domínguez

Tipo de texto: Narrativo


Si Renata se llama Renata, no es porque tenga o haya tenido una abuela Renata, como suele suceder en estos casos o en casos como el de Eduvigis, Marcelina o Eladia, sino porque la madre de Renata —que se llama Maribel— tuvo un buen día una revelación.

—He tenido una revelación —le espetó a su marido, despertándolo a las cinco y media de la madrugada

— Nuestro hijo se llamará Renato.

—¿Y si es niña? —replicó el marido, bostezando y frotándose los ojos.

Maribel, la futura madre de Renata, que estaba embarazada de siete meses y por eso su marido, don Manolo, le permitía caprichos como el de despertarle de sopetón a las cinco y media de la mañana, no lo dudó ni un instante:

—Pues si es niña, se llamará Renata.

—¡¿Renata?! –preguntó don Manolo, despertándose del todo con el susto.

—Renata, Manu, Renata.

Doña Maribel, la futura madre de Renata, llamaba Manu a su marido en las circunstancias serias de la vida, y le llamaba don Manolo en el trato corriente y normal. A lo mejor parece que tendría que ser al revés, pero la madre de Renata era una mujer bastante paradójica y de ideas muy personales. Y muy firmes también. Porque desde el día, o mejor, la madrugada en que decidió que el fruto de sus entrañas se llamaría Renato o Renata, según fuese niño o niña, ya nadie la apeó del burro. Vamos, que nadie le hizo cambiar de opinión, quiero decir.

—Pero por qué Renato o Renata, Maribel, ¿puede saberse? —indagó el bueno de don Manolo, bostezando como un caimán.

—Muy sencillo, Manu —¡seguía hablando en serio!—; porque este niño o niña que llevo aquí dentro —y apuntaba con el dedo índice a su barriga como si señalase con un puntero en un globo terráqueo— ha nacido de nuevo, ¿o es que no te acuerdas? ¡Es un «renato», Manu, un «re-na-ci-do», que no otra cosa quiere decir tal nombre!

Y no le faltaba razón a la futura madre de Renata. Porque resulta que, dos meses antes, en las fiestas de Navidad, doña Maribel había tenido un accidente y los médicos habían dado por malograda a la criatura que llevaba en su seno. Don Manolo ya se lo había advertido a su esposa:

—Maribel, ten cuidado, que tú no estás para alpinismos...

Ni tiempo tuvo para terminar la frase. La escalera en la que andaba encaramada doña Maribel, colocando una estrellita de plata en la punta del árbol de Navidad, resbaló de repente y la buena señora se vino al suelo de espaldas cuan larga era. Perdió el conocimiento, la llevaron en una ambulancia al hospital y allí dictaminaron los médicos que a la madre no le pasaba nada —apenas unas contusiones—, pero que la criatura...