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EL SECUESTRO DE LA MUERTE (Parte I-Capítulo I)

Obra: www.jorgetrochez.wix.com/honduras

Autor: Jorge Menelio Tróchez

Tipo de texto: Narrativo


LA PROFESÍA DE UN SUEÑO

Todo parecía normal aquella mañana de invierno. La lluvia continuaba cayendo y devanándose en el césped, mientras ella meditaba el sueño negro que interrumpió su descanso.

Soñó que la raptaban como si fuera una presa ante un cazador y que la suspendían por los vientos escalofriantes huracanados. Que hervían los insectos en la tierra, mientras era arrastrada por seres extraños con sus mandíbulas extravagantes…

Por unos instantes creyó que el fin del mundo estaba cerca y que Dios le estaba advirtiendo tales aconteceres, pero al mismo tiempo se sentía traicionada por la imaginación y pensó en la existencia de seres fuera de nuestro planeta. Su confusión cada segundo ascendía, mientras sus negros cabellos ocultaban sus ojos soñolientos y vivos a la vez.

Entró a la ducha donde la esperaba el agua tibia de la mañana, acarició su cuerpo y una sonrisa borrada se escurrió por sus labios temblorosos al ver la belleza desnuda de su piel.

Estimó detalles ante el espejo para ir a cumplir su jornada de trabajo. Saludó a todos sus compañeros, quienes ignorando lo que le sucedía, bromearon con ella…

De regreso a casa, escuchó una voz en la interioridad de su imaginación que la llamaba bruscamente por su nombre. Se sintió temerosa y quiso correr para huir de lo que la aterrorizaba.

Las personas que estaban en la calle, veían como aquella hermosa joven con sus ojos claros y su voz fuera de órbita gritaba tomándose con sus manos delicadas el cabello, agredido por el destino. Pedía auxilio a gritos, no dejando de correr hasta encontrar protección.

Nadie podía socorrerla, ni siquiera decirle que no la perseguían, que debía controlarse. Nadie podía decirle esas palabras de seguridad. Muchos pensaban que había quedado demente por tanto estudio y trabajo.

En su cabello tenía unos hilos castizos e incomparables que le gustaba lucir siempre con sus mechones sobre sus ojos. Fanática a la música suave porque la transportaba al mundo que la mantenía relajada. Pero ese día volvió a casa con su demencia recién pasada; platicándoles a sus padres lo que ocurría y que tenía miedo dormir porque tendría el mismo sueño de la noche anterior.

Su padre que la mimaba tanto, era un señor alto, de barbilla puntiaguda, cejas pobladas y su cabello cano que le afinaba un poco su peinado. Dijo que esas cosas no eran nada bueno, que lo mejor sería visitar un centro de atención que conocía y así poder alejar los demonios y otras creencias que mencionaba con sus palabras bien entonadas y serenas.

“Más sabe el diablo por viejo que por diablo” sabía decir cuando expulsaba el humo del cigarrillo.

No le gustaba que le dijeran, que dejara ese vicio, sabiendo que era la causa de la bronquitis que los doctores le habían detectado. Solía decir que, cada vez que se hacía un examen, el médico le detectaba una nueva enfermedad, que lo que querían era vender toda su farmacia para sobrevivir…

Una anciana bellísima, que a pesar de sus años seguía siendo una mujer emprendedora, dejó aparecer su voz oculta; reflexionando la situación. Dijo que Dios era el único que podía ayudarlos, que no había necesidad de buscar otros medios cuando su Padre celestial estaba al frente de todo.

Tenía mucha fe, y era lo que no le agradaba a su adorable esposo, quien era más realista y decía que: “a Dios orando, pero con el mazo dando” de lo contrario no ayudaría en lo que se le pidiera.

Susana, era la única hija que habían procreado, por lo tanto la convertía en la niña protegida; la mimada. Dueña legítima de toda la fortuna que habían atesorado. Y este, era motivo para que no la pretendiera cualquier hombre por más enamorado que estuviese.

Era el consejo que le daba su padre antes de salir de casa y cuando regresaba. Que abriera bien los ojos, que ese noviecillo que se tenía no era de su calaña. Eran las mismas frases de siempre, pero su madre de vez en vez la alcahueteaba y le decía que tenía un buen muchacho…