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El alambre es un hilo de metal dúctil, generalmente de hierro o de cobre, y de espesor muy variable.
En la antigüedad, el alambre se obtenía en tiras por martelación, es decir, a golpe de martillo, procedimiento largo y costoso.
En la segunda mitad del siglo XVI, Rodolfo Nuremberg descubrió el estirado en bancos de mano; hoy se halla esta industria muy adelantada, y para obtener el alambre suele procederse de este modo: Se hace pasar la barra de hierro candente entre las estrías, cada vez más estrechas, de un laminador, formado por dos cilindros que giran en sentido inverso, movidos por una potente máquina. Poco a poco la barra se alarga y adelgaza.
Después se obliga a pasar la barra muy adelgazada por agujeros cada vez más pequeños, practicados en una placa de acero llamada «hilera», y el metal se va adelgazando hasta convertirse en un hilo.
De las tiras de hierro obtenidas por martelación, al hilo metálico obtenido en el laminador, hay una diferencia enorme en cantidad, calidad y precio.
El alambre, o hilo de hierro y cobre, se emplea para hacer cedazos, muebles, cuerdas para instrumentos músicos, clavos, diversas telas metálicas y cables para conducciones eléctricas. Los hilos telegráficos de alambre de cobre o hierro galvanizado suman actualmente millones y millones de kilómetros. Las aplicaciones son muchísimas y bien conocidas por todos, pero lo más sorprendente es su inverosímil baratura.
Los alfileres se hacen con trocitos de alambre de latón o hierro, cortados y aguzados por uno de sus extremos; el otro extremo se aplasta mecánicamente para formar la cabeza.
Las agujas de coser se fabrican con alambres de acero agujereados en un extremo y afilados por el otro. Del simple estirado del metal, ¡qué variedad de útiles aplicaciones!
La fabricación del alambre se funda en la ductilidad de los metales, o propiedad que tienen de estirarse en hilo. El platino es el más dúctil de los metales. Con él se fabrican hilos tan delgados, que parecen hilos de araña y son casi imperceptibles a la vista.
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