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Compartido por: habijer el 2012-02-11 Leer en pantalla | PDF | Favorito |
Subcontinente indio
Erase una vez una familia de ladrones gitanos que vivía cerca de una jungla. Había también un gran meydan, un pastizal, que todo el mundo podía arar y cultivar: allí era donde los gitanos solían tender emboscadas y robar a cualquiera que pasase. El maharajá de la ciudad cada vez estaba más preocupado y quería capturar a los ladrones, envió a la policía, pero la policía no lograba cogerlos.
Así que un día decidió ir él en persona, disfrazado de agricultor, y capturó a tres gitanos. Al poco de meterlos en la cárcel, apareció una mujer lamentándose por las calles: «Dadme algo para cubrir mi cuerpo». Todo el mundo la oía: «Dadme algo para cubrir mi cuerpo». El maharajá le envió algunas ropas, pero el replicó:
--No, yo no necesito ropas.
--¿Qué es lo que quieres entonces? -preguntó el maharajá.
--La verdadera ropa de una mujer es su marido. Si una mujer no tiene marido, entonces está desnuda ante el mundo -contestó ella.
Al maharajá le gustó lo que había dicho la gitana.
--Cierto. ¿Qué es un maharajá sin un reino? ¿Y qué es un río sin agua?
Y entonces ella dijo:
--Tienes a mi marido, a mi hermano ya mi hijo en la cárcel.
--Sí, ¿a cuál de ellos quieres que deje libre ?
--Si logro vivir mucho tiempo después de esto, encontraré otro hombre y me casaré de nuevo y también tendré otro hijo. Pero, como mi madre y mi padre han muerto, nunca tendré otro hermano. Así que deja libre a mi hermano.
Al maharajá le gustó la manera en que se había expresado la gitana: era muy astuta. Así que dejó libres a los tres hombres y así es como la familia volvió a reunirse.
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