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ÿsta es la historia de Alicia Caerina, que estaba cayéndose siempre y en todas partes. Su abuelito la buscaba para llevarla a los jardines:
--¡Alicia! ¿Dónde estás? ¡Alicia!
--Estoy aquí, abuelito.
--¿Dónde?
-- En el despertador.
Sí, había abierto la puertecilla del despertador para curiosear un poquito y había ido a parar entre los engranajes y los muelles, que la obligaban a saltar continuamente de un lado a otro para no versé atrapada por aquellos mecanismos que se movían.
En otra ocasión, su abuelito la buscaba para darle la merienda:
--¡Alicia! ¿Dónde estás? ¡Alicia!
--Estoy aquí, abuelito.
--¿Dónde?
-- Aquí, en la botella. Tenía sed y me he caído dentro.
Y allá estaba, nadando afanosamente para mantenerse a flote. Por fortuna, el verano anterior había aprendido a hacer la rana en la playa.
--Aguarda un momento, que voy a sacarte.
Su abuelito metió una cuerdecita dentro de la botella y Alicia se asió a ella y trepó con agilidad. Era una buena gimnasta.
También en otra ocasión desapareció Alicia. La buscaba su abuelito, la buscaba su abuelita, la buscaba una vecina que venía siempre a leer el periódico del abuelo para ahorrarse unas pesetillas.
--¡Pobres de nosotros si no la encontramos antes de que regresen sus papás! - murmuraba asustada la abuelita.
-- ¡Alicia, Alicia! ¿Dónde estás? ¡Alicia!
ÿsta vez no respondía. No podía responder. Al curiosear por la cocina se había caído al cajón de los manteles y las servilletas y se había dormido. Alguien había cerrado el cajón sin darse cuenta de que estaba dentro. Cuando Alicia despertó se encontró a oscuras, pero no tuvo miedo: una vez se había caído a un grifo, y allí sí que estaba oscuro.
"Tendrán que preparar. la mesa para cenar - reflexionaba Alicia y entonces abrirán el cajón."
Pero nadie se acordaba de la cena, precisamente porque no encontraban a Alicia. Sus papás habían regresado del trabajo y regañaban a los abuelitos:
--¡Pues sí que la vigiláis bien!
-- Nuestros hijos no se caían a los grifos - protestaban los abuelitos-; en nuestra época sólo se caían de la cama y se hacían algún chichón en la cabeza.
Finalmente Alicia se cansé de esperar. Se abrió paso por entre las servilletas, encontró el fondo del cajón y empezó a golpearlo con un pie. "Tum, tum, tum."
--Callaos - dijo papá -; oigo golpes por algún lado. "Tum, tum, tum", hacía Alicia.
¡Oh qué abrazos y qué besos cuando la encontraron! Pero Alicia aprovechó la ocasión para caerse rápidamente al bolsillo de la americana de papá, Y cuando la sacaron ya había tenido tiempo de mancharse toda la cara jugando con el bolígrafo.
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