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Cuando Gabriel cerró la puerta del trastero y todo se quedó en silencio, y a oscuras, la vieja máquina de escribir
perdió la compostura y comenzó a llorar.
-¿Qué es ese ruido? -preguntó un flexo gris, pasado de moda-.Me encenderé a ver qué ocurre... Mirad, chicos, tenemos
una nueva compañera -dijo, al descubrir a la máquina de escribir.
-Sí...Hola a todos -dijo ella, con la voz entrecortada por el llanto.
-¡Hola, preciosa! -exclamó un tocadiscos-. Y no te preocupes, que aquí en este cuartito se está muy bien.
-Es verdad -insistió una aspiradora rota-. Todos lo pasamos mal el primer día, cuando nos traen...Pero, en seguida,
descubrirás que este es un verdadero hogar.
-Gracias, sois muy amables -dijo la máquina de escribir-. Ya me siento un poquito mejor.
-¡Pues, claro! -asintió el tocadiscos-. Si aquí todos somos amigos... A ver, cuéntanos...¿A ti para qué te usaban
allá arriba?
-Bueno, yo tengo...tenía una misión apasionante...-contó la máquina-. Sabéis que Gabriel es un reconocidísimo
escritor, ¿no? Pues con mis teclas ha escrito sus mejores historias...¡Hasta ahora, que me ha cambiado por un
jovenzuelo ordenador!.
-¡Pobrecilla! -suspiró un destornillador de la caja de herramientas-. Claro, por eso estás tan triste; piensas que
aquí ya no vas a ser importante. ¿No es eso?
-Sí, creo que es eso -asintió la máquina de escribir.
-¡Pues te equivocas totalmente! -dijeron todas las herramientas de la caja a la vez.
-¡Eh, un poco de calma, herramientas! -pidió el flexo-; así vais a asustar a nuestra amiga... Lo que ellas te
quieren explicar es que aquí serás tú la que escriba sus propias historias.
-¡Pero sola no puedo! -exclamó ella.
-Sí, sí que puedes -dijo el flexo-. Solo lo tienes que desear de verdad. Así es como yo me enciendo y me apago
cuando quiero... ¡y con la bombilla fundida y todo! Y el tocadiscos suena cuando le apetece, la aspiradora limpia
cuando le viene en gana... ¡En fin, todos! ¿Por qué no pruebas y te convences tú misma?
Y dicho y hecho: en cuanto la máquina de escribir puso un poquito de interés, le brotó un papel en su carrete y
empezó a escribir un cuento genial. ¡Quién fuera un trasto viejo para poderlo leer!
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